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En La Calle Silencio

1.04am, Viernes Santo 2008

© 58 Procesiones | Duncan Whitley

“¡Shhhhh!”

Un golpe sordo de roble resuena en la calle estrecha. El estrépito provoca un silencio respetuoso en el expectante tumulto, como si las fibras de madera del portón de cuatrocientos años de antigüedad de la Iglesia de San Antonio Abad pidieran: “¡silencio!”. Solo el murmullo del comentarista de Canal Sur Radio continúa, la velocidad de su monólogo persiste así como su excitación, aunque atenuando su tono. El silencio es acentuado por toses esporádicas del tipo que normalmente se reserva para momentos tranquilos en bodas y funerales. El silencio es acentuado por toses esporádicas del tipo que normalmente se reserva para momentos tranquilos en bodas y funerales.

Ahhhhhh-Ah–ah-ha-ha-ah-ah-ah
Ah-ah-ah-ah-ah-ah-jeeeeh jeeeeh
En esa cruuu-uuz

Un año esperando este momento en mis auriculares. Miro hacia abajo; como de costumbre, los LEDs de mi grabadora, moviéndose sin cesar.

En esa cru-uu-iiz pri-iii sion-er-raaaauuooo.

El teléfono de alguien está sonando. La multitud se vuelve hacia un balcón de la segunda planta en la acera de enfrente. Es difícil divisar a la saetera: está vestida de negro y se sitúa enigmáticamente tras la barandilla del balcón. Desde abajo los flashes de las cámaras hacen vislumbrar su figura y, conforme se inclina hacia delante, me doy cuenta de lo joven que es para la seriedad de la ocasión. Me da la impresión de que quizás sea bastante hermosa, aunque tal vez sea un esfuerzo de mi imaginación en la oscuridad.

Ahhh-ah-ah-ah-ah-aaao jeeeh-jeeeh
Ahhh-aye-aye jeeeeh-jeeeeh jeeeeh-jeeeeh Se encuentraah-ah-ah-ah-aaaauuooo Je-rusa-le-eh-eh-eh eh-eh-eh eh-eh-en Y Viernes llo-oh-oh-oh-ra-ah
Ah-ah tu ve-rah

Una mujer deja escapar de sus labios un suave murmullo de aprecio. Me encuentro alucinando con la luminiscencia animada de mis medidores de grabación, y tengo que espabilarme, recordarme a mí mismo mirar. Es demasiado, mirar y escuchar. Hay otro mundo en mis auriculares. Miro a mi derecha, y busco entre la multitud la vista, ya familiar, de James con expresión concentrada, sus micrófonos omni-direccionales levantados en alto.

Y si Díos ve-heh-heh-heh-heh-heh heh-eh-eh-eh-eh
En-hen prim-ahhh-ve-eh-eh-ra
Cuando te ve-eh-eh-eh
Aparecer

Los clicks del obturador siguen improvisando sus ritmos irracionales, subrayando el poder contenido en los melismas de la saetera. Los flashes de la cámara lanzan curiosas sombras angulares a lo largo del enladrillado, atrás y alrededor de ella. Cada sombra corta su figura en una nueva forma, como una ametralladora lanzando imágenes estroboscópicas. Las luces de la calle se apagaron hace cinco minutos, y el efecto de la luz es tremendamente impresionante. Y como todas las cabezas quietas en la multitud están levantadas buscando a la saetera, ella gesticula hacia la Cruz de Guía más abajo, “¡Mira!”, parece decir, “a la Cruz, no a mí”.

 

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